Hay un afán de búsqueda que ansía el movimiento, mediante juegos de simetrías y obstáculos en el desplazamiento. Nos agobia la atmósfera grotesca que propone la confluencia de texturas, que son otra cosa. Son más que imágenes que van sembrando nuestra memoria, que van reconstruyendo nuestra percepción. A su vez, nosotros somos un filtro. Somos, tal vez, un canal constante de edición. Nos conectamos con el mundo a través de interferencias que redefinen el contexto de aquello que vemos…
La revolución de Durlock nos invita a revelar los hilos que enhebran la manipulación de la imagen. La entrada de información en nuestro aparato visual se da en plano, es decir, en dos dimensiones. Es el cerebro el que se encarga de ponerlo todo en tercera dimensión y de darle forma. En definitiva, toda percepción lleva implícita una decisión, cerrar ciertos sentidos, cerrar ciertas puertas para acceder al mundo.
En el medio de toda esta circulación de información, de toda esta influencia, construimos nuestra identidad. Aquello ajeno parece provenir de nosotros. Somos un todo. En la búsqueda de escapar no desaparecemos, nos convertimos de a poco en cada detalle que se ajusta a nuestra percepción. La porosidad de la textura, que, trazada urbanamente, nos sumerge siempre en la nostalgia de ser eterno, se nos presenta aquí, hoy como parte de lo efímero…"